Pagine di quotidiani e riviste dedicate a Giacomo Matteotti - 1925-1974

han manifestado, y mucho más con la solemnidad pontificia! eon que usted las expone, son de todos. Y hay que estar a la posible controversia, euanto más serena más esclarecedora, de los posibles error~ de nuestra propaganda. Y yo quiero demostrarle que cuanto dice en su artículo sobre los errores del liberalismo. . . ''daltónico'' en. la República: Española, son errores salpicados de falsedades y algunas tonterías. Tonterías, sí; acaso las primeras que escribe usted en su vida ; pero ahí están y ahí quedan escritas para sonrojo de usted, que seguramente en su testamento mandará eliminarlas de ·sus "Obras completas". Dígame, doctor : ¿En cuál estación ferroviaria extranjera olvidó usted su bagaje de Historia de España y aun de Historia Universal? ¿ Y dónde abandonó usted con ello aquella su lógica sencilla, casi emotiva, con que esclarecía fenómenos de muchas clases? Tiemblo al penisar que hoy pudiera usted publicar algo de tipo científico inclusive. Temo que aun en ello habría usted de embrollarse ' tropezar y eaer de bruces en la vulgaridad y en la inexactitud. Veamos : ¿ De dónde ha extraído usted la especie de que la '' quema de conventos'' del día 11 de mayo del 31 fué un acto de ''perfecta organización comunista bolchevique, tipo ruso"? Yo creí, doctor, que de antiguo sabía usted, y que históricamente le había llamado la atención, el hecho de que los movimientos· de liberación social, sean populares o científicos, han acusado siempre una característica: la clerofobia. Yo estoy segura de que usted, leyendo Historia, ha. sonreído muchas veces ante el hecho simple, brutal, casi inconsciente, del pueblo que al levantarse en rebelión en aldeas y ciudades empieza por matar· al cura, y luego pr~- gunta qué es lo que va a seguir. Y creí que usted se había fijado, porque ello resalta como el Sol, en que todo movimiento libertador de tipo científico comienza por sacudirse }a cadena religiosa; por derribar el mito, la superstición, la fuerza teocrática, primera y suprema traba de todo avance. Las revolucionen han sido esencialmente "antieclesiásticas ", por instinto, por orientación astral. Y eso cuando Rusia era un baluarte imbatible del misticismo. Cuando ella mantenía los cimientos del deísmo más_ ciego, más formidable, más esclavizador; un deísmo antropomórfico, que empezaba en Dios y continuaba en el zar ... La revolución francesa mató a muchos clérigos. El pueblo de Madrid, en el año 34, se levantó en un movimiento iracundo contra una calamidad pública, y no encontró más causa de la peste que los clérigos. Y verificó su correspondiente matanza de frailes. ¡ Es que usted ha encontrado en la degollina frailesca del 34 la influencia bolchevique de una Rusia eomunista que había de tardar cerca de cien años en nacer? ¿ Es que la América democrática, que prohibe las sotanas y las procesiones en las calles, y que fusila a sus clérigos si se insubordinan, está forjada en la Consti~. tución soviética? Dígame, doctor : ¿No sería bolchevique Voltaire, que odiaba a la Iglesia? ¿ No serían rusos rojos Diderot y D 'Alambert y aun Napoleón mismo, que despreciaba a los papas hasta meterlos en la cárcel como a vulgares rateros, y sacarlos luego cuando le hacían falta para ornamento y decoración de una ceremonia protocolaria? ¿No sería CatnMATTEOTTI- XIV ANIVERSARIOe22·

RkJQdWJsaXNoZXIy MTExMDY2NQ==