1 Dr.HERNANI MANDOLINI t GALERIA DE RETRA T·os Ya puedes con~emplar, amigo mío, en el fondo de esta. galería ideal por la que andamos, Ja tez amarillenta, los ojos inquisidores y el belfo familiar de Carlos V. A~ércate y considera con atención esos dos cuadros. Nunca el Ticiano, coloi·ista sin par, se mostró tan.agudo psicólogo. Todo es en' ellos técnica discreta y profundidad de alma. Aquí el Emperador sentado, melancólico en su nobleza, parco y' algo fatigado e! gesto; allá a caballo, con yelmo y coraza ele acero bruñido y ornamentos. de oro, y bajo la coraza y el yelmo un cuerpo enfermizo y un carácter tesonero, lleno de hipocresías devótas y ambiciones insaciables. Allá el. político, aquí el guerrero; y en ambos, muy en lo íntimo; el hombre de San Yuste frente al hombre de Mühlberg y de la paz de Camb.ray. ·' . \ Sigamos nuestro. recorrido, y advertiremos en todos los rostros, a lo largo de los siglos, aquel gesto del César español y germánico, estereotipado en las telas elocuentes. Ablándase cada vez más sobre la enorme y colgante mandíbula, se apagan los ojos, como ahogados entre los párpados; a la actitud noble, algo cansada, pero aún con ansias de dominio, sucede la ostentación vanidosa.. Y siempre la misma palidez de alcoba. y de claustro, en estos reyes que repasaban las cuentas del rosario entre los besos de sus queridas; la honda frialdad, como de muñecos sin alma, hasta en el mismo Felipe IV, el más humano de todos ...... Sólo un grito, más de horror que de amor, quiebra este silencio afectivo. ' Mira el rostro largo y chupado, la frente angosta, la boca repulsiva y el prognatismo brutal de Carlos II. Este rostro evoca una escena tremenda, digna de Shakespeare. Lo veo en el sombrío " pudridero " del Escorial, inclinado sobre los sarcófagos abiertos de sus .antecesores. Impasible, los ojos hundidos entre los párpados abotagados y rojizos, contempla aquellos despojos que fperon reyes; pero de pronto un temblor, una sacudida hasta lo más hondo... Un cadaver, ,casi intacto, hiere estos ojos y crispa con una mueca esta cara.de imbécil. El de su primera mujer, la francesita graciosa que murió, consumida •o envenenada, como un pajarillo· en su jaula. Un grito sale entonces ,de la boca deforme, y abre un corazón en urna modorra de siglos. Un grito como de animal herido: "¡Mi reina/". 24 ________________________ MATTEOTTI
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