La muerte del "negus" Juan (1889) y la llegada al trono de Mer,elik, que los italianos habían ayudado a desembarazarse de sus rivales, condujeron a la firma del tratado de Uccialli (mayo 1889) cuyo artículo 17 reconocía a Italia el privilegio de tratar los asuntos etiópicos con las demás potencias. Pero la interpretación de este artículo (no concordante en el texto italiano y el amara) dió luego lugar a largas con~roversias cuya conclusión se tuvo en el campo de batalla en Adua en 1896, con la derrota del ejército italiano. ' La. batalla de Adua no era en sí misma, y desde el punto de vista militar, irreparable. Pero ella despertó contra el gobierno de Crispi y cont~a la aventura africana la cólera, hasta entonces reprimida, de la üpinión pública. La dictadura de Crispi fué arrojada y la misma monarquía vióse en peligro. El joven partido socialista, que había sido constituído en 1892, lanzó en la cámara por boca de Andrés Costa el grito: "Fuera de Africa", reclamando el retiro de las tropas y la amnistía para Jas víctimas políticas. Integérrimos patriotas como Mateo Renato Imbriani, Cavallotti y Bovio se asociaron a la campaña y fué Imbriani r¡uien calificó la guerra definiéndola como "delito africano". La derrota de la monarquía en Adua se tradujo, cuatro años después, en la victoria del país sobre las camarillas reaccionarias y nacionalistas. ;Bajo la influencia creciente del movimiento obrero y socialista se inauguró la era liberal giolittiana, caracterizada por un intenso repunte económico y social del país. El problema demográfico halló en la emigración una solución espontánea que debió ser disciplinada por una legislación internacional aun1 hoy casi inexistente. Frente al éxito de la administración giolittiana la propaganda nacionalí,sta quedó confinada en algunos ambientes de la burguesía intelectual, de la industria pesada que mantenía los hilos de la bolsa y el ejército. A pesar de eso Giolitti se dejó imponer la empresa de Trípoli invocando como excusa "la fatalidad". Fué en esa ocasión que Mussolini, entonces director del diario socialista Lu,cha de Clases, de Forli, salió de la sombra de la pequeña vida provinciana con una campaña extremadarnent~ violenta contra el nacionalismo y el capitalismo.' Detenido junto con el autor de este escrito, por rebelión contra la fuerza armada y por actos de sabotaje fué condenado a cinco meses de prisión. La guerra de Trípoli, "hermoso suelo de amor", tuvo corno consecuencia, en el interior el progreso del partido socialista y una radicalización de la lucha de clases de la que midió la intensidad y la profundidad cnn la "semana roja" de 1914; en el exterior desembocó en las guerras balcánicas que fueron el preludio de la guerra mundial. Conviene ahora preguntarse qué es lo que el imperialismo italiano iba y va buscando en Africa. Buscaba, con el rey Humberto y con Crispí, un imperio por razones MATTEOTTI • XII ANIVERSARIO '
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