más que la misma Abisinia, era en el fondo un fin en sí mi~ma, consecuencia y al mismo tiempo condición de su régimen. Hay que ver en este hecho aparentemente inexplicable la fría y cínica determinación del jugador de naipes que apunta sobre su última carta su destino y el de los suyos. El preanuncio de las inextricables dificultades del fascismo había sido dado por el mismo Mussolini en el "gran discurso" del 26 de mayo 1934, en. el cual la situación es' descripta de la manera siguiente: "Existen .altos y bajos: se llega a términos ·medios. Todavía la conclusión podría ser ésta: que nos hallamos en el fondo desde hace cierto tiempo: se puede conceder que más abajo no iremos. Lo que sería muy difícil. Los casos sólo pueden ser dos : o permaneceremos por mucho tiempo quietos en el fondo o poco a poco empezaremos a ascender. -Se necesita, sin embargo, a mi criterio, quitarse del cereliro la idea que podrán retornar los tiempos de la llamada prosperidad. La prosperidad que se convierte en ideal 'de la vida como si los hombres en la vida no tuviesen ·otra cosa que hacer que acumular dinero. Nosotros vamos tal vez hacia un período de humanidad nivelada sobre un tipo más bajo. No hay que alarmarse. Esta puede ser una humanidad fortísima, capaz de todos 106 ascetismos y heroísmos como nosotros somos incapaces tal vez de imaginarnos en este m.omento". Lo que Mussolini entendía por "humanidad fortísima" lo dijo en un discurso de agosto en el que asignaba a Italia el objetivo bestial de resultar una nación militar, mejor dicho: militarista y guerrera. Un pueblo vuelto al nivel de rebaño primitivo, una vida miserable, y como meta ideal : la guerra. A fines de 1934, la situación se había agravado y la nave fascista hacía agua por todas partes a pesar de los boletines cotidianos de victoria de su jefe y de sus rases. En el terreno de la política exterior Mussolini volvía.se a hallar con un puñado de moscas en sus manos y después de haber posado como campeón indiscutido de la revisión de tratados se prestaba a aparecer (con los acuerdos ítalo-franceses del 7 enero de 1935 y con la Confe;encia de Stresa de marzo) como uno de los garantes de la, intangi bilidad de las tablas sagradas de Versailles. Terminado el sueño de hacer de Roma el anti-Ginebra; naufragada la tentativa -madurada en Veneciade un acuerdo ítalo-alemán que fuese el núcleo central del block revi3ÍO· nista; deshecho el famoso pacto de los Cuatro que debía dar a un directorio ítalo-franco-anglo-alemán el derecho de retrazar el mapa de Europa. Después de una serie de dificultades el "duce" golpeaba a la puerta del Quay D 'Orsay y el Foreign Office. En el interior detrás de la fachada resplandeciente de luces, la confianz; había desaparecido. Un somero inventario del fascismo indiMATTEOTTI • XII ANIVERSARIO
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