basta más: hoy la masa tiene una opinión, no sólo estados de ánimo. Ya no le satisfacen los milagros que un clero servil suministra a medida. La opinión pública se orienta sobre la base de los hechos, y son estos los que hay que falsificar. Pero se deja influenciar por los "rumores" que en los tiempos turbios crecen como avalanchas agrandadas por las fantasías sobresaltadas y morbosas. Estos "rumores" no son instrumento de dominio político, .porque se forman espontáneamente alred~dor de un núcleo de realidad y corren entre las masas sin posibilidad de control. Aquellos que pretendan monopolizar la dirección de las masas temen a los rumores y combaten a quienes los difunden. Su instrumento es la mentira política, instrumento de enorme eficacia que casi llega a ser tan poderoso como la violencia. La mentira e·s la antidemocracia porque paraliza y desvía en la misma fuente la autodecisión del individuo. En los tiempos pasados las masas estaban alejadas de la vida pública y excluídas de la comprensión de los hechos más por su miseria e ignorancia que por expreso designio de la clase dominante. Era la negación ·de la democracia. Pero es mil veces peor Jo que ocurre actualmente, cuando se falsifican y se suprimen los hechos históricos de los cuales somos contemporáneos, los que en cambio, deberían servirnos como base para juzgar y actuar. Se somete a la firma de las masas un documento apócrifo, se paga a la opinión pública en moneda falsa, se dirige al pueblo hacia el abismo con señalaciones mentirosas. ;. Sería tal vez posible, sin el poder de la mentira, lo que hoy ocurre en Italia, Alemania y en Austria? Bastaría que se levantara durante un sólo día el faro de la verdad sobre los países oprimidos para que ellos rompieran sus cadenas. No ya la luz de la verdad absoluta, metafísica, envuelta en los siete velos, pero el modesto resplandecer de la simple honesta información de hechos y cifras. Los países que tienen una prensa sin mordaza y tienen libres tribunas, y que por eso mismo saben, pueden y deben saber Jo que ocurre, esos palses fácilmente se dejan llevar a despreciar los pueblos sometidos al yugo. ¿ Cómo pued~n soportar y hasta aprobar tanta ignominia? ¿No tienen sangre en las venas, no tienen sentimiento de dignidad? Con estos juicios olvidamos que el primer· acto de todo dictador es la ocultación de toda información verídica, de manera que nadie puede conocer los acontecimientos de su propio país. La interceptación de las noticias es más esencial para la defensa de los- regímenes de minoría que las mismas ametralladoras y tanques, las horcas y los campos de concentración. Y después de la ocultación de la verdad viene el mandamiento: "levanta falso testimonio". Este falso testimonio infecta toda la vida pública. Falso es el testim_onio del gobierno, falso el de la prensa. La culpa de la crisis económica se atribuye a la democracia o a los judíos, según sea el color local de la dictadura. En Italia, como en Alemania, se enloda el pasado reciente, anterior al fascismo. Pero estas falsificaciones retrospectivas son un juego inocente en comparpción con la mentira que envuelve desde su nacimiento los hechos del, día. A la cifra de los muertos en Africa se les ·guita un cero, pero se agregan dos o tres ceros al producto de la colecta del or.o. En los campos de concentración de Alemania se asesinan a los adversarios del régimen y el comunicado oficial reza que fueron fusilados mientras huían o que murieron suicidándose. Todo comunicado del gobierno destila mentiras. Y la opinión pública las absorbe por mli poros. "Si no fuera verdad, MATTEOTTI • XII ANIVERSARIO • 20
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