¿ Y ahora? ¿ Debería disolverse en silencio el Comité contra la guerra, constatando el hecho cumplido, reconociéndolo, o, más aún, declarondo sin ambajes su satisfacción por la victoria? Preguntas que ni siquiera deberían concebirse; y, en efecto, fas formu- 'lamos sólo para reflejar el estado de ánimo que ha invadido a ciertos estratos de nuestros compatriotas. ¿ Por qué no admitirlo? El sentimiento y la embriaguez momentánea por la "victoria" hicieron pre_sa entre algunos elementos -los menos evolucionados y educados bajo el punto de vista político- con tanta fuerza, que las palabras y las frases, demasiado manoseadas y arrastradas por el lodo, del bagaj'e oficial de las grandes ocasiones, surtieron cierto efecto en el corazón de los "coloniales": y ya se sabe que "le coeur a ses raisons que la raison ne connait pas". Pero · nosotros, que conocemos los dictados de la razón, y sofocamos instintos e impulsos primitivos, respondemos en forma clara y categórica a aquellas preguntas: No. Dejemos que en esta 1hora se alejen de nosotros algunos, ilusionados o ingenuos, que sólo merecen compasión, dejemos ·a los tímidos, los vacilantes, los pusilánimes, que inspiran lástima. Y levantemos puentes de oro a los últimos restos del pseudo-antifascismo que se aprestan a regresar a la otra orilla, de la que habíanse alejado, pequeños burgueses descontentos, arrivistas fracasados, calculadores equivocados y otras escorias de nuestro movimiento. Mucho ganó con esto la misma claridad· política y la decencia de las re)aciones personales. Ventaja moral que el fascismo, involuntaria-· mente, nos ha dado: sirvió de criba a los carácteres. Su última empresa, la guerra, fué también, en tal sentido, definitiva. Ahora, la selección se ha cumplido. ·,. ,,,--~i·-n Nosotros, pues, continuamos y continuaremos respondiendo: No. El Comité' contra la guerra no debe disolverse hoy, en que má~ grandes son sus deberes, mayores sus responsabilidades; porque no solamente '1a guerra de Africa no ha terminado, sino la misma tensión -n las relaciones interna; cionales- no ha .disminuido. En Abisinia, el ejército, en .constante apresto bélico, deberá permanecer para completar la ocupación o para afianzar su dominio en el territorio ocupado, bajo la amenaza de guerrillas continuas como un estilicidio. Mientras tanto, en Italia los efectos de las sanciones se harán sentir ' cada vez con mayor intensidad, aún si se suprimieran -Y nad; hasta ahora hace pensar en su supresión. Expliquémonos: como la paz, proclamada de prisa por el "duce", no es la paz (pues para la paz, como para el amor, se necesita el consentimiento rec!proco) del mismo modo la abolición de las sanciones, después de ser' decretada por los gobiernos, no significaría la inmediata, automática reconquista· de los perdidos mercados internacionales, cuyo curso comercial se ha estabilizado ya sobre un nuevo equilibrio de intercambios, al cual no concurre Italia. Nótese que esta consideración es la constatación pura y. simple de un hecho económico - no un· deseo; aún más, ya que advertimos que la situación objetiva del gobierno fascista ha empeorado, uno de los problemas más urgentes -que desde ya tomamos en cuenta- es precisamente el de la resurrección del comercio exterior en la Italia de mañana. MATTEOTTI • XII ANIVERSARIO
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