<lenamientos internos lo que hay que practicar antes de todo. Llegar cuando las situaciones están ya comprometidas es casi siempre estar condenados al fracaso. Con una obra preventiva para el mantenimiento o e1 restablecimiento de los derechos del pueblo, de libre crítica, de oposición y de contralor, el peligro de las guerras sería en gran parte evitado. Porque son los pueblos los que no quieren de verdad las guerras. Los pueblos que saben cómo cualquier guerra, siempre es pagada por ellos, vencidos o vencedores, con la sangre, con la miseria, con la pérdida de las má1s altas conquistas cívicas, y también con la supresión del derecho de autogobierno. La Italia fascista, no bien cree haber consolidado su régimen de tiranía, se ha puesto a realizar su programa imperialista. Y ya empieza a relinchar de impaciencia bélica. Hasta hace dos años el enemigo ideal e idealizado a través de los himnos de batalla y de las canciones obscenas era Francia, la que era llamada "la gran troia" (ramera) que debía devolver Nizza y Saboya. Para suerte de nuestra atormentada patria, en Francia hay hombres de gobiemo con los nervios tranquilos, los que han conseguido apaciguar el espíritu enfurecido del ''duce'' y evitar un conflicto que hubiera sido, además que heresiarca por sí mismo, causa 13egurade una vasta y tremenda conflagración. Empero puede afirmarse con toda seguridad que la Liga de las Naciones no ha hecho obsolutamente nada para llegar a esta solución. - El'' duce'' ha desarmado espiritualmente frente a Francia, nación poderosa y por eso no deseable como enemiga, cuando desde el Olimpo de las charlas y de las amenazas altisonantes ha tenido que descender sobre el te- 38 rreno de los hechos y de las realizaciones. Mas - gracias a la indiferencia de la Liga de las Naciones - el "duce" no ha hecho más que cambiar de blanco, ayudado por Francia, la que, en lugar de candidata enemiga se ha transformado en hermana latina. Es cierto, sin embargo, que la nueva orientación bélica del dictador fa13cista debe preocupar mucho más, porque no se trata ya de una nación fuerte la que él amenaza, sino de un estado débil militar y económicamente. Y todos saben que la '' faccia feroce'' del ''duce'' contra el fuerte es simple bluf:, ;nientras que el débil ha sido siempre su presa más preferida. En realidad las co13as- con la aparatosa movilización en pleno desarrollo - están a punto tal que difícilmente creo que pueda volverse atrás. Por eso el Partido Socialista Italiano, en unión al Partido Comunista, está trabajando activamente para convocar un Congreso de los italianos en fl exter~or contra la guerra de Abis1rna. Sin forjarme muchas ilusiones sobre la eficacia de dicha manifestación, ella puede representar un toque .de alarma y un llamado a las fuerzas proletarias de todos los países amenazados por el fantasma del flagelo guerresco. Y todos los centros, grupos y núcleos socialistas desparramados por el mundo deben acoger la iniciativa con arrojo y entusiasmo. En la Argentina la preparación ha empezado favorablemente y se espera conseguir numerosas adhesiones a tan oportuna iniciativa. Empero, al terminar estas notas, me parece oportuno adelantar una propuesta que voy a exponer en pocas palabras, sin necesidad de ulteriores ilustraciones después de la opinión expuesta más arriba sobre la Liga de las Naciones.
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