Pagine di quotidiani e riviste dedicate a Giacomo Matteotti - 1925-1974

Un gesto de desprecio tra<lucia una invee ti va. Entretanto, y en breve lapso de tiempo, el padre, primei:o, y la novia después: morfan, y cstas crueles pérdidas, aunque no lo habian aniquilado, lo turbaron ta11 hondamente, quc acostumbraba a decir a sus intimos que ya en nada apreciaba su vida. -Tu eres joven y f eliz, o casi - dijo cierta vez a un comprovinciano suyo - y ante ti los clias se abren llenos de venturosas promesas. 'l'u quieres y eres querido; formaras una familia. Y por lo tanto, puedes csoerar. i, Pero yo? Yo no tengo a nadie, estoy solo; y puedo, y tengo que hacer algo para reintegrarme a la humanidad o para separarme de ella. i, Obscuras palabras dc presagio, Aunque lo fuesen. en aquel entonces nadie las entendi6. Pero, mas tarde, ellas tomaron cuerpo en el espiritu de quien las habia escuchado. -Sufre, murmuraban los amigos. Y padecia en efecto, pero trumbién estaba templando su alma corno declarara a los .iueces durante su proceso. No teniendo mas confianza en nadi~e intentaba tenerla siquiera cn si m1smo. · Un dfa, por fin, propu,;o a un amigo hacer un viaje ha.eia la frontera. Salieron: y desde l\fontone empezaron a escalar la montana, suhie11do basta los picos mas altos, hasta llegar a un pasaje diffcil y sin vig-ilancia. Alli se pararon, para merendar. Ba io sus miradas, la monta1ìa· descendfa paulatinalnente, primero a saltos y rocosa, lucgo en curvas suaves y verdcantes, para rematar en las marg-enes de un valle florecido. Los ea;minos lejanos narecfan cordon-'ls blancos eng-alanados con coronas de rosas, claveles y violetas, y rosarios de jazmines y sensitivas. A la den•- cha, aparecfa blanqueante Ventimiglia: en el medio, Bordighera a.pretaba entre sus brazos, candidos de cspumas, un esoe.io a,rnl; a lo le.ios. suP.fldian~Psonriendo. Ospedaletti y San Remo; inmemorables etapa.s d~ la play a encantada que desvanecfa en 1111 nolvo de oro, donde dormfan, escondidas a la vista, Portomaurizio, Qneglia, MATTEOTTI Diano l\Iarina, Alassio, Loano, Pietro Lig-ure, Finalmarina, Noli, Savona, Va.razze, Cornigliano y Pegli, hacia Génova; a la izquierda, los palmares y los olivares remontaban los Alpes encendidos de uh rojizo respla.ndor. El sol escondiase al ocaso. Gino Lucetti se levant6 y, en silencio, estuvo contc111plando durante largo rato aquel espcctaculo soberbio. De pronto, con el acento de quien obedece a una invitaci6n improvisa e imperiosa (se hubiera dicho que la invitaci6n le venia del valle mismo), pero al mismo tie-mpo con la firmeza de quien se prepara a cjecutar una dccision torna.da de anteimano, Lucetti rompi6 el silencio y con animo tranquilo pidi6 a su compafiero cincuenta francos en préstamo, diciéndole luego: '' Tu vuelvès. Yo prosigo. Adi6s ''. Y descendio bacia Italia, firme, lento y sereno baio la mirada de su amigo, que no volveria a verlo. El eclipse de Lucetti no extrafi6 a nadie; el pequeiio mundo libertario de los Alpes )faritimos esta acostumbrado a estas desapariciones. Sin embarg·o, si el atcntado de Roma explic6 la raz6n de su alejamiento, solo el proceso tenfa que dar un realce profondo a toda la vida de Gino Lucetti y a su apeg-o al silcncio, a la soledad, a la meditaci6n. -.Antes del atentado habiais estado en Italia. i, por qué - inquiri6 el presidente del Tribuna} - no tentasteis en aquel entonces de consumar el delito, -Porque en ese momento mi prepa-:. raci6n espil·itual no se habfa. perfeccionado aun. Estas palabras, reveladoras de las hcroicas y tenaces luchas interiores oue saben forjar las voluntades fuertes, recuerda.n extra.ordinariamente ;iouella declaracion dc Fernando De Rosa al .iuez instructor de Bruxelles: "La noche anterior del atentado mc hice conducir por un cochero ll una casa de placer. Pero, una vez delante de la puerta de esa mansi6n, volvi atras con horror. Quise ser puro en cl »cto de llevar a cabo el gesto de sacrificio y de liberaci on''. Abstractaanente considerado, nin-

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